Blog Debaruch

domingo, 24 de enero de 2010

VEINTITRES

Nunca una verdad había parecido tan falsa, y no es que Miguel creyera la excusa de Luisa, sino que, simplemente, le traía sin cuidado donde iba. “Tengo que salir” había dicho. Poco a poco, Miguel se estaba volviendo egoísta... ¡pero qué menos! Era él quien estaba maldito, él quien había cometido el error de pronunciar la palabra tabú, de tomar el fruto prohibido del árbol de la ciencia, el árbol del bien y del mal. Era Miguel quien tenía un problema, y aunque todos quisieran ayudarle, él sabía que nadie podía.

Solamente cabía esperar. Pensar y esperar mientras rezaba para que nada fuera cierto.

Luisa, por su parte, decidió empezar a luchar desde ese momento. Conseguir devolver la alegría a su vida y a su matrimonio. Sobre eso deseaba hablar con Jesús en esa mañana de aire gélido y cielo cubierto ¿Pero, porqué tanto misterio? El sol asomó tímidamente durante unos segundos entre las nubes y un carnaval de sombras aparecieron por las paredes y las aceras. Sombras de las farolas, sombras de los coches y sombras de las gente gris que solitaria caminaba por la calle mayor. Toda esa penumbra, reflejo y fotografía de un instante de sol que tardaría en repetirse.

-¡Hola Luisa!- dijo Jesús jovialmente –espérate, ahora mismo salgo y vamos a tomar un café.

Luisa asintió llena de alegría, no por la promesa de un desayuno con cafeína, sino por la normalidad, ruido y rutina que se respiraba en la editorial. Después de unos días encerrada en Sometimes, todo a su alrededor era silencio, locura y problemas sin solución. La naturalidad esta reñida con las palabras dichas en voz baja y las frases a medio decir, junto con miradas de “ya sabes a lo que me refiero” al no terminar una oración.

En la ciudad todo pasaba deprisa y el ruido era divinamente insoportable.

“Habitual” era la primera palabra que venía a la mente.

-Habitual- dijo Luisa en voz alta sin saber porqué.

-No me andaré con rodeos- Jesús en el bar –Hoy estás preciosa.

-Eso es andarse con rodeos. ¿Quieres un café?

-¿Cómo ha entrado el café en esta conversación? De acuerdo, iré al grano. Sé que tenéis un problema, un problema imposible de creer, pero un problema a fin de cuentas y lo importante es que para vosotros es real. Lo estáis viviendo, sobre todo Miguel, y es básico que me cuentes todo, absolutamente todo lo que sepas sobre el tema.

Jesús clavó su franca mirada sobre el rostro de delicada tristeza que tenía enfrente. Luisa permaneció callada, no por disentir, sino por cansancio.

-El otro día Miguel me pidió ayuda- continuó Jesús ante su silencio –estaba asustado, pero luchaba por salir de esta. Me pidió que buscase información sobre el señor Huguet he hice un descubrimiento fascinante- y dijo –lo que me extraña es que ahora no quiera saber nada. Es como si se hubiera rendido ¿Se ha rendido ya?

-El otro día fuimos a hablar con la señora Concha, una vecina del pueblo que pasó por algo parecido.

-Eso tengo entendido.

-Pero habló a solas con Miguel. Nadie a parte de ellos dos conoce la conversación, pero debió ser terrible pues desde entonces... sí, parece que se ha rendido.

-¡Pues es necesario que nosotros no lo hagamos! Échale un vistazo a esto.

De su maletín de cuero extrajo una carpeta azul repleta de recortes de prensa y fotocopias de libros. Jesús se puso unas finas gafas sobre la nariz y empezó a buscar entre todos aquellos papeles. Con lo presumido que era aquel chico, a Luisa le extrañó verlo tan mundano, y sonrió. Era la primera vez en la vida que lo veía con lentes.

-¿Necesitas esas gafas?- pregunto Luisa sorprendida.

-Sólo para ver.

De todos los hombres que hay en la tierra, de haber uno que tuviera menos pinta de necesitar gafas, ese sería sin duda Jesús. Pero allá estaba, con su enorme sonrisa de blancos dientes, su seductora mirada de Peter Pan y una miopía galopante, único indicio de que se estaba convirtiendo en pirata.

Habían entrado en un bonito café. Las paredes eran de madera y las mesas de mármol con patas de hierro forjado adornadas con motivos vegetales. Algo modernista, algo Rococó. Era la clase de garitos donde podía imaginarse a escritores reunidos, mesando sus barbas y hablando más correctamente de lo que jamás escribiría ella.

-Esta es la distribución de la urbanización de Sometimes hace veinte años.

Las repentinas palabras de Jesús la extrajeron de sus pensamientos y su mirada dejó de vagar libremente por las paredes amarillentas y manchadas por el humo de cientos de cigarrillos para devolver la atención a su compañero.

-Sigue siendo muy parecida a la de hoy en día si no fuera por la nueva fase de construcción, donde estáis viviendo vosotros. Los inquilinos son prácticamente los mismos, las casas, bien diferentes.

-¿Qué quieres decir con esto?

-Que la gente que vive en Sometimes se queda en Sometimes. Cuando una casa se vacía son los mismos vecinos quienes la compran y la ceden a alguno de ellos que quiera independizarse, por ejemplo, el hijo de treinta y cinco años de la señora Gutiérrez, Guillermo. ¿Lo conoces?- Luisa negó con la cabeza y Jesús continuó –bueno, lo que quiero decir es que los nuevos vecinos no son bien recibidos. Por eso compran esas casas entre ellos, para que no venga nadie de fuera. Como ves, los hijos viven con sus padres hasta que son muy mayores, o hasta que queda una casa libre y pueden comprarla entre todos. Por su puesto, les ha sido imposible hacerse con las más de veinte viviendas de nueva construcción, de modo que han tenido que resignarse a tener vecinos nuevos. De hecho, vosotros sois los primeros.

-Sí, ya estamos al corriente de eso. Todo parece encajar con la historia de Ciara, no quieren nuevos vecinos porque, al no creer en la historia, mueren.

-Lo que nos lleva de nuevo al asunto de las casas vacías. ¿Por qué están vacías? Y ¿Porqué tan a menudo?- Jesús esbozó una maliciosa sonrisa repleta de seguridad. Tenía bien hechos los deberes –ayer pasé toda la mañana en el ayuntamiento y en la inmobiliaria que lleva esa urbanización- empezó a pasarle papeles por encima de la mesa a Luisa –las casas se vacían porque la gente muere.

La joven comenzó a leer una lista:

Margarita Gómez............................................41, 12-04

Luciana Amengual..........................................32, 31-08

Andrés Navarro...............................................49, 22-03

Julián Fabra.....................................................24, 29-05

Los nombres y los números se sucedían durante tres páginas y en la última de ellas había unos puntos suspensivos que indicaban que la cosa no acababa ahí.

-¿Qué es esto?

-Los nombres de los propietarios y la fecha en que murieron.

-¿Y el primer número?

-La edad que tenían al fallecer.

A Luisa se le pusieron los pelos de punta. “Dios mío- pensó –eran todos muy jóvenes”. Ninguno en toda la lista tenía más de cincuenta años, probablemente porque cuando uno se acostumbra a no decir la palabra podía vivir mucho tiempo, quizás hasta morir tranquilamente de viejo. Había una edad crítica.

-Lo más interesante de todo es dónde podemos encontrar a los familiares de esa malograda gente para hablar con ellos. En Sometimes está la señora Concha, la única que se quedó después de morir su marido, y sigue viva, pero sus labios están sellados. Pues bien, por mucho que he intentado averiguarlo, los familiares desaparecen cuando se marchan de Sometimes. Unos se mudan al extranjero dejando casas vacías, otros se quedan de todas formas acrecentando el secreto del barrio, pero el tercer grupo es el más interesante de todos porque, por mucho que lo intente, no pueden esconderse de nosotros ni escapar a nuestras preguntas.

-¿Dónde están?

-En el psiquiátrico. Al menos cinco personas que vivieron en Sometimes ingresaron en Son Llatzer durante los últimos diez años, todos aquejados de paranoia, autismo, esquizofrenia y trastorno bipolar después de perder a alguien de su entorno familiar- Jesús se quitó las gafas y sus ojos se iluminaron –podemos ir esta misma tarde a visitarlos, si no quieren hablar con nosotros al menos veremos los archivos del hospital. Los “loqueros” han tenido diez años para sonsacarles todo lo que necesitamos saber.

Luisa se quedó dubitativa.

-¿Qué tenemos que sea anterior a estos veinte años?

-¿A que te refieres?

-Dices que tienes información de quienes vivieron en Sometimes durante los últimos veinte años. ¿Qué ocurrió antes? ¿Cómo empezó todo esto?

-No lo sé, pero lo averiguaré pronto. No existen urbanizaciones tan antiguas de modo que imagino antes debía tratarse de un pueblo de montaña.

-Y las muertes ¿cómo murió toda esa gente?

Jesús dudo por un momento.

-Eso… eso ya lo he descubierto.

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