Blog Debaruch

jueves, 14 de enero de 2010

TRECE

De todos los trabajadores del centro, incluyendo a Luisa Ferrer, el doctor Rosado era el que estaba más asustado. Suya era la responsabilidad de evaluar a los alumnos que allá se encontraban y suya la de haber previsto un altercado como el de esa mañana. Por suerte, David llevaba poco en el centro y los informes que había recibido a su ingreso estaban claramente equivocados.

-Deberíamos realizar nuestros propios informes y no fiarnos de los papeles que nos mandan- dijo a la junta -Debemos evaluar las nuevas admisiones y pasar tests de personalidad y psicoticismo a quienes deseen ingresar en nuestra pequeña familia. Podríamos conseguir unos becarios que se encarguen de eso.

La diversión y la crueldad, ¿hasta que punto son lo mismo? Podemos verlo en el deporte, en el cine, y en la música. Los juegos de mesa se basan en aplastar al contrario, las conversaciones entre amigos en desprestigiar a un tercero, la televisión ofrece desgracias a las que la gente se engancha como si fuera heroína. Nunca veremos un reality show de bonitos temas en que todos coincidan ni una serie de televisión en que a nadie le ocurra nada malo. La diversión está en el conflicto. La crueldad está en todo lo que podemos apreciar como divertido, pero cuando ese afán de ver el mal, esas ganas por descubrir que nuestras vidas no son tan lúgubres porque hay gente que lo pasa peor, cuando observar el mal se convierte en crear el mal para nuestro regocijo... entonces lo tachamos de amoral. Poco ético, enfermizo. Guionistas y escritores lo hacen a diario, divierten a las masas con crueldad, pero ese mal es ficticio, imaginario, no duele sobre la carne pero pesa en la sensibilidad de la consciencia.

El pleno se cerró aprobando la petición del dr. Rosado y la señorita Ruiz tuvo que hacer verdadero trabajo de secretariado para ponerse en contacto con la universidad y conseguir un par de estudiantes de psicología en prácticas. Sin sueldo. A Luisa le dieron el resto de la semana libre tras mostrar indicios de ansiedad y nadie la culpó por lo ocurrido, aunque todos pensaran secretamente que a ellos nunca les hubiera pasado.

Cosas que solo pasan a los demás.

-¿Cómo está Tomás?- preguntó Luisa al director en cuanto tuvo ocasión.

-No tan mal como parecía.

-Dios mío, cuando lo dejé parecía muerto.

-A eso me refiero. Muerto no esta- sonrió nerviosamente -Lo han llevado al hospital de Son Dureta y no sabemos nada más. Si quiere ir a visitarlo hágalo fuera del horario de visitas, no le gustaría encontrarse con sus padres... decir que están muy enfadados es poco. Han amenazado con demandar a todo el mundo, incluyendo al cocinero. Si se entera de algo, háganoslo saber, ¿quiere? Muchas gracias.

Hablar con el señor director en persona era como hablar con cualquier otro por teléfono. “Si, dígame. Entiendo. Aha. Llámeme más tarde. Así quedamos, pues, buenos días”

-Una cosa más- se apresuró a decir Luisa antes que su interlocutor se marchara a hacer cualesquiera de las importantes tareas de director.

-¿Sí, señora Ferrer?

“¿Señora?” pensó de nuevo Luisa, realmente no se acostumbraba a esa palabra.

-¿Qué hay de David, a donde lo llevaron?

-Aha, comprendo, a David lo han llevado al centro psiquiátrico de Son Llatzer. No tendrá ningún problema si también quiere visitarlo, pero no se lo recomendaría. Está en estado de shock, no habla, no come, no hace nada. Lo mejor será que olvide lo que ha pasado. No es buena idea que la vea a usted, podría encerrase aún más en sí mismo.

-¿Autismo?

-Puede ser, no estaremos seguros hasta dentro de unos días. Algo tenía dentro ese pequeño para hacer lo que hizo- pausa -Vaya a su casa, descanse y vuelva cuando se encuentre mejor. Queremos tenerla en plena forma, como sabe, aquí no basta con estar implicado a medias... esos niños no la necesitan a medias. Si ve que tardará más de lo previsto en reincorporarse, avísenos y le pondremos una substituta.

-¿Una interina?

-Eso quería decir.

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