Blog Debaruch

martes, 19 de enero de 2010

DIECIOCHO

Luisa volvió casa y unas horas más tarde lo hizo Miguel. Se besaron, se acariciaron por debajo de la ropa y se sentaron a ver la televisión en el sofá. La pareja no hablo mucho de nada. Verlos abrazados con el pijama puesto, inmóviles, se parecía más a la fotografía de una obra de arte que no la obra de arte en sí, como el recuerdo de haber estado en Paris viendo una postal de la torre Eifiel. La pareja se abrazaba junto al azulado reflejo de la pantalla pero no era el matrimonio feliz que había sido unos días atrás. Luisa se movía con frialdad, llevada más por impulsos que por pasión. Acariciaba el brazo de su marido en círculos, no porque quisiera hacerlo, sino porque podía, y mientras, se odiaba a sí misma por no ser la de antes. Por no poder confiar en él.

-Miguel- dijo sin pestañear -¿Crees que vas a morirte?

-Todos moriremos, Luisa.

-No seas tonto. Quiero decir pronto, en esta urbanización.

-Yo también me refiero a eso.

Miguel permaneció quieto, sin ningún impulso, ninguna pasión. Tenía a su hermosa mujer al lado y no se aprovechaba de ello. Su preocupación todo lo cubría, como cuando empiezan las vacaciones con dolor de muela. No podía disfrutar de la vida. Para alcanzar la felicidad es necesario estar alegre, y para alcanzar la alegría es necesaria la salud, por lo tanto, no hay felicidad sin salud. Miguel estaba enfermo, no físicamente, era su mente la que habían envenenado con una mentira que podría ser cierta.

-Me sorprende lo rápido que cambian las cosas- dijo Miguel.

-Cuando averiguas la cantidad de cosas que pueden salir mal en la vida, dejas de vivirla y empiezas a esperar: el cáncer, el sida, un herpes. Eso es más o menos lo que te ocurre a ti. Estás esperando, pero no sabes el qué.

-¿Debería creer en esta historia?

-Opino que ambos creemos, la diferencia es que tú no la aceptas.

-¡Es que no puede ser verdad!

-Entonces no hagas nada hasta que te convenzas, pero entonces puede que sea demasiado tarde- en ese momento, Luisa se levantó y subió al dormitorio para acostarse sola.

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