Blog Debaruch

sábado, 16 de enero de 2010

QUINCE

Ciara cogió té de jengibre, lo hirvió en una cacerola con cardamomo y canela para luego colarlo en cuatro vasos de cristal transparente. Una vez servido, se sentó en su pequeña silla de patas serradas y permaneció en silencio hasta que Marc decidiera la mejor forma de decírselo.

Permanecieron envueltos en un silencio incómodo por un tiempo que pareció infinito, aunque solamente fueran unos minutos en aquella casa de la que ningún sonido escapaba.

-¿Dónde habéis oído ese nombre?- preguntó Marc.

-¿Qué nombre? ¿Huguet? En ningún sitio, él mismo se presentó en nuestra casa- dijo Luisa.

Miguel dejó el vaso sobre la mesa y continuó:

-Es cierto, y comenzó a soltar amenazas.

-Bueno... no eran bien, bien amenazas- matizó Luisa.

-Eso es porque no eras tú a quién se dirigía. La invitación era para mí, recuérdalo.

Ciara comenzó a golpear suavemente el vaso con la cucharilla. No quería presenciar una pelea de enamorados en su salón, y tampoco tolerar el no poder preguntar sus cuestiones, cuestiones de las cuales ya conocía algunas respuestas.

-¿Quién de los dos lo dijo?

Miguel y Luisa se quedaron atónitos. De una forma implícita, extraña y humillante, todos sabían de que estaban hablando y a qué se refería Ciara.

-¿Quién dijo el qué?- soltó Miguel no dándose por enterado.

-Miguel, fue Miguel quien lo dijo.

-Por Dios, Luisa, no se lo pongas tan fácil.

-¿Fácil? ¡Ellos ya lo saben! saben que uno de nosotros dijo lo que no debe ser dicho, y tal vez puedan ayudarnos si no perdemos el tiempo poniéndoles a prueba- Miguel se calló y miró fijamente al suelo –Fue el sábado pasado, dijo la palabra cuando había anochecido. Estaba bromeando pero la repitió varias veces y no le paso nada.

-Nadie dijo que la desgracia fuese inmediata- farfulló Marc para si mismo mientras perdía la mirada en el mismo punto imaginario que Miguel.

-Ciara, la dijo en broma, sólo estaba bromeando- continuó Luisa, y cuando dio otro sorbo al té de jengibre, le inundó la duda –Ese tal Huguet, ¿dónde vive?

-En ningún lado, querida, es un mensajero.

-¿Mensajero de qué?- interrumpió Miguel de nuevo.

-Ya lo sabes.

-No, no lo se ni lo sabré nunca si nos cuentan la historia a medias.

Ciara sopló dentro de su vaso y unas gotas de vapor se condensaron en su interior. Miguel había terminado la taza rápidamente, presa de los nervios, y se había quemado la garganta. Marc, por otro lado, empezaba a mirar al joven con desprecio, con esa vanidad de quienes no quieren encariñarse con un perro porque saben que esta enfermo. No quiso abrir la boca, sabía que todo lo que fuera a decir sería inútil y dejó que Ciara tratara de explicarles la nueva situación en la que se encontraban.

-Queridos míos- dijo –no os habíamos contado nada porque pensábamos que no haría falta, que haríais caso a nuestras advertencias y nunca dirías lo que no debe ser dicho. Ahora todo se ha puesto del revés- y dijo –el mal está hecho, y pocas cosas más podemos hacer a parte de contaros todo lo que sabemos, que no es mucho.

Tomó otro sorbo de té y continuó.

-Como ya os dijimos, mencionar la palabra lleva a la muerte, lo que no vimos necesario fue describir de qué modo. Nosotros nunca hemos dicho lo que no debe ser dicho, así que toda la información que tenemos es de segunda mano. Por ejemplo, el señor Huguet; nadie sabe de donde viene pero se presenta pocos días antes que la muerte. Es una presencia incómoda pero real al fin y al cabo. No entraña peligro alguno y se puede dialogar abiertamente con él.

-Luego vienen las señales- interrumpió Marc.

-¿Las señales?- susurró Miguel -Huguet hablo de ellas, ¿a que se refería?

-Dependen de cada caso. Marc tiene miedo de ellas porque cualquiera puede verlas, no solo el afectado, también quienes se encuentren cerca de él- dijo Ciara pasando el brazo por el hombro de su marido –siempre son diferentes y confusas. Rodean al condenado.

-Esto es una locura- dijo Miguel poniéndose en pié y dando un nervioso paseo por la habitación –y no me refiero a lo que están diciendo, eso simplemente es una estupidez, la locura es que empiece a creerles, y creer algo que no es verdad sólo puede ser cosa de locos o fanáticos- se detuvo de golpe y volvió a sentarse agarrando el vaso de té vacío –Ciara- dijo achinando los ojos mientras los clavaba en la frágil figura de la anciana –dice usted que el señor Huguet es un mensajero y es cierto, a nosotros nos dijo que era un mensajero del deforme. Alguien que moldea el cuerpo para caber no sé por donde. En ese punto empezó a divagar, como si supiéramos a lo que se refería aunque realmente no tuviésemos ni idea.

-Es verdad- continuó Luisa -sobreentendía muchas cosas, creo que pensaba que sabíamos más de lo que en verdad conocemos.

-Lo que significa que en algún lado existe la información que necesitamos. Dicen ustedes que todo lo que saben se lo han contado, que es de segunda mano porque todos quienes lo han experimentado acaban muertos Para nosotros ya es de tercera mano. ¿Conocen a alguien a quien le haya ocurrido ya esto? Quienquiera que se lo haya contado a ustedes, pero que siga vivo. Alguien debe haber.

-Así es- dijo Ciara –hay una mujer que se mudo aquí hará unos quince años. En los dos primeros perdió a su marido y a su hijo de la misma manera en que lo va a perder usted, Luisa. Sin sentido. Su nombre es Concha, y vive tan solo a unas manzanas de aquí, en esta misma urbanización. Nunca tuvo valor para marcharse.

Seguidores

Datos personales